Mi primer gran viaje… SOLA!

No me puedo creer que hayan pasado ya 3 años desde que estaba organizando mi primer gran viaje en solitario. A veces lo pienso y me parece un sueño: “¡Hostia, que he estado en Japón!” En julio de 2017 cogí un vuelo destino Tokio con unas ganas locas, muchos nervios y algo de incertidumbre. Sigo diciendo que es uno de los mejores viajes que he hecho en mi vida y siempre lo guardaré en mi corazón, no solo por el destino, también por la experiencia y el momento en el que lo hice.

Aunque yo llevaba años soñando con el país nipón, la verdad es que yo no elegí destino, más bien me eligió a mí. Con perspectiva, fue una gran jugada del azar, porque no se me ocurre mejor país para empezar a viajar sola que Japón, un lugar seguro, agradable y con mil cosas que hacer. Lo cierto es que el continente asiático es, a excepción de algunos países o zonas, el mejor destino para un solo traveller, especialmente para una mujer que viaja sin compañía.

Escribía Carmen Pacheco hace unas semanas sobre la soltería, y yo añado que el tema tabú no es solo no tener pareja, sino, en general, estar solo. Hacer cosas solo. La compasión y la pena mal disimuladas se asoman de manera más que evidente a los rostros de aquellos que oyen que has ido al cine solo, que has salido a comer solo o, peor, ¡que has viajado solo! Parece que tuviéramos que justificarnos y dejar claro que no lo hemos hecho por falta de acompañantes, sino porque nos apetecía.

Lo cierto es que vivimos en un mundo que nos anima a no pensar, a estar todo el tiempo ocupados, y cuando uno se queda consigo mismo esa tendencia se invierte. Observas más, piensas y reflexionas, te paras a conocerte y a entenderte. A escucharte a ti y no lo que los demás quieren. Hablo en términos generales, pero la persona que se atreve a hacer cosas en solitario por el simple placer de hacerlas y no por imposición, habitualmente se adentrará en ese camino.

En aquel momento y después he recibido muchas preguntas sobre el tema, pero las que más se han repetido son las siguientes:

¿Por qué te vas sola?

Cuando compré los billetes era totalmente consciente de que iría sola. Los compré sin consultar con nadie. Más tarde, en algunas ocasiones, cuando me preguntaban que por qué iba sola me sorprendí respondiendo que porque nadie podía venir conmigo y no quería perder la oportunidad. Era mentira. Iba sola porque quería, porque era lo que me apetecía. Que no encuentres compañeros de viaje puede ser el empujón que necesitas para atreverte a viajar sola si es algo que llevas posponiendo por alguna razón, pero no debería ser tu único motivo.

¿Pasaste miedo?

No pasé miedo en ningún momento. Japón es un país extremadamente seguro, y yo lo sabía. Probablemente, si hubiera estado en México o en Estados Unidos sí que me habría llevado algún susto, pero la verdad es que con sentido común no debería pasar. Como he dicho, cuando tienes tiempo de silencio contigo aprendes mucho de ti. Si sabes que ciertas situaciones te hacen sentir incómodo, evítalas.

¿Te aburriste?

No me dio tiempo, pero si me hubiera aburrido no habría pasado nada. Qué miedo le tenemos al aburrimiento, con lo necesario e interesante que es. No suelo aburrirme, siempre he tenido muchas inquietudes y mucho mundo interior, por lo que no necesito a nadie para entretenerme.

¿Te sentiste sola?

Por supuesto que en alguna ocasión me sentí sola. Especialmente en las horas del día en las que en España todo el mundo estaba durmiendo y yo me acababa de levantar en la otra punta del mundo. Afortunadamente, tuve Internet en todo momento y, además de compartir con mi familia y amigos, también compartí por las historias de Instagram una especie de diario de viaje. Me sentía muy acompañada y me resultó muy divertido contarle mis experiencias a tanta gente.

¿Volverías a hacerlo?

Sin lugar a dudas. Volvería sola a Japón y a cualquier sitio al que también iría acompañada. Sinceramente, no creo que me atreviera a viajar sola por Latinoamérica, porque no me sentiría segura, pero la experiencia de viajar sola es inolvidable.

¿Algún consejo?

Organiza el viaje antes de ir, pero aprovecha que solo tienes que contar contigo para cambiar de opinión cuando te dé la gana. No dejes que la vergüenza te supere: experimenta, habla con gente, prueba todo lo que te apetezca, siéntate a comer sola, pide que te hagan fotos y ofrécete a hacerlas. Yo, que soy una bruta, me aventuré a lo grande, pero si crees que puedes llegar a agobiarte empieza por viajes en solitario cercanos y cortos. Por ejemplo, una escapada de un par de días.

Cada vez más gente se anima a hacer este tipo de viaje y no sabéis cuánto me alegro cuando alguna mujer me cuenta que se va a ir sola o que se lo está planteando y me pide consejo.

Y tú, ¿has viajado alguna vez sola? ¿Dónde? ¿Cómo fue la experiencia? Si no lo has hecho, ¿te gustaría hacerlo?

All Slow

Ahora lo llaman FOMO, hace unos años no tenía nombre, pero ya existía. El miedo a perderse algo es cada vez más común, pero no os engañéis, no es cosa solo de los millennials, aunque por sus características comunes estos caigan (caigamos) en sus fauces con facilidad.

Desde que soy pequeña siempre he querido estar en todos los saraos, me daba miedo no ir a alguna quedada, incluso faltar a clase, porque sabía que pasaría algo y que, a pesar de que mis amigas me lo contaran, ya no formaría parte de ese algo, estaría excluida. Supongo que de ahí viene todo.

De ahí viene que, aunque sea una persona diurna, casera y, por tanto, poco fiestera, saliera todos los fines de semana. Porque, claro, es cuando más cosas pasaban, entre el botellón, la putivuelta y los chismorreos con las amigas con las que te quedaras a dormir. Siempre me he apuntado a un bombardeo. Yo siempre más. Yo siempre todo.

Hasta hace poco.

Me sigo apuntando a un bombardeo, pero solo si de verdad me apetece. Estoy aprendiendo a vivir el all slow, que es un término que me he inventado yo y que creo que casa a la perfección con lo que desde hace tiempo he cambiado en mi vida. Ya no tengo esa necesidad de ir a todas las quedadas, de que se sigan mis planes, de hacerlo todo. No necesito ocupar todo mi tiempo con cosas nuevas e interesantes.

Probablemente esto sea producto de mi paso por Madrid, ciudad en la que, sí, hice mil cosas distintas, pero en la que también me sentí tremendamente sola por motivos que ahora no vienen al caso. Pasé tanto tiempo conmigo misma que inevitablemente tuve que conocerme mejor. Y entonces empecé a oír esa vocecita en mi interior: Elena, no hace falta que hagas eso, no te apetece, quédate en casa cocinando y viendo una serie. Y empecé a decir no y descubrí lo bien que sienta escucharse a una misma y seguir tu propio ritmo.

OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Pasé de querer tachar todos los puntos de las ciudades que visitaba a simplemente querer pasearlas, de que salir a tomar una copa en vez de ser algo obligado fuera algo que me apetecía porque solo lo hacía de higos a brevas, de deprimirme los domingos porque “no había aprovechado el fin de semana al máximo” a poder tirarme todo el día en el sofá vagueando y ser la más feliz del mundo. Vivo mucho más tranquila, no me importa perderme cosas, porque lo que no me estoy perdiendo es lo que a mí me hace feliz.

Me hace feliz leer, y poder dedicarle horas sin mirar el reloj; elegir una imagen de Pinterest y practicar con las acuarelas; probar a hacer alguna receta y desconectar por completo mientras sigo el paso a paso; crochetear unos banderines para regalar; pasear con Momo con música en los cascos y que, sin darme cuenta, hayan pasado 2 horas; montar un estudio de fotografía en casa y ponerla patas arriba; sentarme a comer en una terraza y que se junte con la merienda; o simplemente echarme unas partidas al chinchón con mi marido.

Básicamente me hace feliz no contar el tiempo, no estar esperando a terminar una cosa para empezar la siguiente, respetar mis ritmos, y entender que productiva soy siempre, tanto los días que lleno con diferentes planeas e ideas, como los días que me paso en el sofá mirando Instagram. Y, sobre todo, me hace feliz haber entendido que, en realidad, da igual que sea productiva o no, porque no soy una máquina de la que se esperen siempre resultados.

Soy una persona con altibajos, con más o menos energía, que a veces se aburre, que tiene días de la hostia y días meh y que con ese fuego lento crece mucho mejor con la olla exprés a punto de explotar.

Preséntate (entrada de muestra)

Esto es una entrada de muestra, originalmente publicada como parte de Blogging University. Regístrate en uno de nuestros diez programas y empieza tu blog con buen pie.

Hoy vas a publicar una entrada. No te preocupes por el aspecto de tu blog. Tampoco te preocupes si todavía no le has puesto un nombre o si todo esto te agobia un poco. Tan solo haz clic en el botón «Nueva entrada» y explícanos por qué estás aquí.

¿Por qué es necesario?

  • Porque proporciona contexto a los nuevos lectores. ¿A qué te dedicas? ¿Por qué deberían leer tu blog?
  • Porque te ayudará a concentrarte en tus propias ideas sobre tu blog y en lo que quieres hacer con él.

La entrada puede ser corta o larga, una introducción de tu vida o una declaración de los objetivos del blog, un manifiesto de cara al futuro o una breve descripción del tipo de cosas que pretendes publicar.

Te ofrecemos algunos consejos útiles para ayudarte a empezar:

  • ¿Por qué publicas tus entradas en lugar de escribir en un diario personal?
  • ¿Sobre qué temas crees que escribirás?
  • ¿Con quién te gustaría conectar a través de tu blog?
  • Si tu blog resulta ser un éxito a lo largo del próximo año, ¿qué objetivo te gustaría lograr?

No tienes por qué atarte a las decisiones que tomes ahora. Lo bueno de los blogs es que evolucionan constantemente a medida que aprendemos nuevas cosas, crecemos e interactuamos los unos con los otros. Pero está bien saber dónde y por qué empezaste, y plasmar tus objetivos puede darte más ideas para las entradas que quieres publicar.

¿No sabes por dónde empezar? Tan solo escribe lo primero que se te ocurra. Anne Lamott, autora de un libro sobre cómo escribir que nos encanta, afirma que debemos permitirnos escribir un «primer borrador de mierda». Anne está en lo cierto: tan solo tienes que empezar a escribir, y ya te encargarás de editarlo más tarde.

Cuando todo esté listo para publicarse, asigna entre tres y cinco etiquetas a la entrada que describan el centro de atención de tu blog: escritura, fotografía, ficción, educación, comida, coches, películas, deportes… ¡Lo que sea! Estas etiquetas ayudarán a los usuarios interesados en tus temas a encontrarte en el Lector. Una de las etiquetas debe ser «zerotohero», para que los nuevos blogueros también puedan encontrarte.

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar